lunes, 30 de abril de 2007

Temptation

Y aunque quedan multitud de días, en los que la mejor opción es coger el TDI a media tarde y dirigirse a Oregon, a tomar un capuccino entre conversaciones de embarazos, bodas y problemas comunes a la Generación Equis, también hay días en los que lo único que te apetece hacer recién levantado de la piltra…es no hacer nada. Esos días en los que el mejor homenaje que le puedes dar a tu serrano cuerpo, es una tarde entera en la compañía de tu sofá, El País, un Winston lleno hasta la bandera y una veintena de archivos llegados al disco duro de tu pc, vía Santa Mula. Con estos acompañantes de lujo, no te queda más remedio que entregarte en cuerpo y alma a esa tarde de un ya moribundo Abril.

Y aunque la compañía es buena, y una tarde da mucho de si, también tienes momentos, para dejarla de lado un rato, y sumergirte en la red de redes…Y descubrir una maravillosa versión del Temptation de Tom Waits a cargo de Diana Krall (lo sé, descubrir esta joyita a estas alturas debería estar penado con estancia gratuita en Pereiro). Solo por esos pequeños detalles, muchas veces merece la pena pasarse una tarde de domingo en Casa Remedios.

Tu cabeza aun sigue moviéndose al ritmo de Diana Krall, mientras sigues revisando la discografía de la Dirty Dozen Brass, el Orphans de Waits, Los Poetas del Ritmo que te presentó el camarada de currelo, te das cuenta de que Chabela te sigue acelerando el ritmo del corazón, como podría hacer un Ferrari a 305 Km/h por Maranello. También tienes tiempo para tomar un café y de paso encetar unha poia de pan...y mandar ese emilio que acabas de recordar, con dirección Rúa Olvido, sobre tus dudas acerca de una pequeña obra maestra.

Y muerta la tarde, metido en pleno acueducto, la noche terminará como tantas otras, a altas horas de la madrugada entre winstons, acordes de Miles, y de quizás alguna secuencia inolvidable de Francois Truffaut.

miércoles, 25 de abril de 2007

Seis meses después...

Han pasado ya seis meses, desde que esta aventura comenzo, en la cual me introduje tras la estela de los jodidos El Tropiecista y Anibas. Lo que empezó siendo un recuncho, en el que se iban a cometer robos con premeditación y alevosía de artículos, reseñas o críticas musicales de mis gustos particulares, se ha convertido con el paso de los días, en mi disparadero, en el cual me he iniciado de forma amateur en el oficio de escribiente.

Poco a poco le voy perdiendo el miedo al vacío de un folio en blanco, aunque creo que las aportaciones hasta el momento, no han sido muy brillantes. Para seguir creciendo en este oficio canallesco, si acaso no me he estancado ya, y he alcanzado mi cumbre sin haberme dado cuenta, lo que sigo haciendo, con la frecuencia que me permiten los jodidos individuos que cito líneas más arriba, es mirarme constantemente en sus omb-ligos, aunque reconozco siempre estaré chupando goma…

Y porque En el disparadero...Será porque el primer disco que me compre del hombre que peleó a la contra, fue el Salitre 48, será porque cuando empezó a sonar el tema nº 13 de Salitre 48, sabía que esa canción me iba acompañar el resto de mi vida, por cuantos ciclos tenga que quemar. Será porque cada que vez que la escucho me da buen rollo, porque saca a relucir el detestable cantante que llevo dentro de mí, porque me lleva alegrado miles de días, porque es capaz de llenarme de morriña, porque me ha acompañado en millones de trayectos de corto y largo recorrido en mi TDI, porque me relaja cuando lo necesito...y ciento reviento miles de porqués más.

Creo que mi vida, como la de tantos otros seres mundanos, esta conformada por una banda sonora única y exclusiva, la cual esta marcada por determinadas canciones, y En el disparadero es y será uno de los temas centrales de mi vida.

Y con un pequeño lavado de imagen de En el disparadero…me esfumo hasta el siguiente post.

Escuchando (como no podía ser de otra manera), En el disparadero de Quique González.

domingo, 22 de abril de 2007

Kamikazes Enamorados: entrega nº 3

El violín de Edu Ortega hace su primer acto de aparición, y de qué manera. Su continuo vaivén, la mandolina de Raya, y el piano de Basilio Martí ayudan a Quique a viajar en el tiempo para recordar su infancia, cada vez más lejana, y quizás así reconciliarse consigo mismo. Es una reacción muy frecuente refugiarse en la niñez para evadirse por unos instantes de los malos momentos. Aunque hay que tener cuidado con los recuerdos, son un arma de doble filo.


"Tú solías dibujar mansiones
sobre la colina en la autopista,
yo quería hacer volar aviones
en la fiesta de final de curso.
Después de Starsky y Hutch,
en la ferretería de la parte de atrás
hasta subir arriba."

lunes, 16 de abril de 2007

Cuatro más dos

A menudo añoro los años, en que mis pies sabían de memoria los recorridos, que me llevaban siempre a una cárcel sin rejas. Cuatro más dos, donde dos fueron un paseo de rosas, y cuatro un autentico calvario…para mis familiares más directos (entiéndase padres y madres adoptivas varias). Antes, cuando las mañanas te levantaban a golpe de fregona, cuando la cabellera de este piel roja, era indomable frente a un espejo de cuerpo completo, cuando el desayuno era compartido. Años cruzando el Miño, cruzándote con las mismas caras, que con el paso del tiempo resultarían ser el enemigo.

Antes, cuando un pincho de tortilla y una baraja de naipes, te seducían más que el Teorema de Ruffini o el Siglo de Oro. Cuando no quedó más remedio que dejarte seducir por teoremas y biografías, tras un conveniente año sabático (pensaba uno), annus horribilis según la dictadura que organizaba tu vida, por aquel entonces. Cuando el hombre del pantalón de pana y chaqueta verde, atendió a mis suplicas, me doctoró en Ciencias Exactas y me liberó de los paseos matutinos por el Novísimo.

Antes, después de zafarme de la orientación universitaria, con el consiguiente disgusto en Casa Remedios, y dar con mis huesos en la formación profesional, que era mi salvoconducto hacia mi formación universitaria (que a día de hoy he comprobado, me ha servido más bien de poco que de mucho). Cuando ya no tenía que volver a cruzar nunca más el Miño. Cuando descubrí que las caras con las me cruzaba por el Novísimo, eran ahora el enemigo, disfrazado con bata blanca. Cuando esperabas impaciente a que llegara la hora de educación física, para echar una pachanga al fútbol-sala. Cuando ya no te daba llegado la hora, de subir otro peldaño y dejar atrás las horas de Matemáticas Financieras, Prácticas Administrativas…para desembarcar en el recinto del Hospital Viejo.

Antes, cuando dejaste esos cuatro más dos irrepetibles años y llegaste por fin a la Universidad, y te diste cuenta, de que el cuento de nunca acabar volvía a empezar…y joder, como sigo añorando esos años…

Escuchando Foxy's Folk Faced de Ocean Colour Scene

viernes, 13 de abril de 2007

Discos del S. XXI (VI)

En Careless Love, Madeleine Peyroux se mueve como pez en el agua entre el blues, el jazz clásico y las baladas country, y demuestra que sabe hacer suyo cada uno de los temas, tanto los clásicos como las nuevas composiciones. Además de poseer un talento indiscutible, cuenta con un repertorio fantástico, selecionado por Larry Klein, que incluye temas de Leonard Cohen, Bob Dylan, Hank Williams y W.C. Handy -un curioso grupo de “outsiders”-, y que parece una antología de la mejor música del siglo pasado.

En sus interpretaciones, Peyroux respeta los clásicos y demuestra tener oficio. Su voz recuerda a la de Billie Holiday en los años treinta, cuando aún sonaba fresca, pero sabe crear un estilo propio y personal, desmarcándose de las comparaciones y volcando el estilo Holiday en melodías y ritmos completamente distintos. En la más pura tradición del jazz, utiliza la voz como si se tratara de un instrumento más y le aplica un tempo lento, en el que arrastra las notas suavemente y quiebra con delicadeza las notas altas.

Madeleine no es una cantante al uso: su voz parece la de alguien que tiene a sus espaldas una vida larga y compleja, llena de experiencias. Con un estilo vocal muy personal, mezcla entre la cantante bohemia de un café parisino y la de un club de jazz de los 20 o 30, interpreta con sorprendente facilidad temas complejos y estándares difíciles de personalizar.

En 2004 y tras ocho años de ausencia, apareció su segundo trabajo en solitario, “Careless love”, que ha supuesto un relanzamiento en su carrera y le ha abierto las puertas de importantes festivales y clubes de jazz tan emblemáticos como el Blue Note de Nueva York.

Es justo que decir que Madeleine Peyroux brilla por sí sola en el espectro musical, interpretando canciones intensas con una calidad indiscutible.En “Careless love”, los temas más dispares aparecen unificados bajo arreglos basados en ritmos sincopados y giros de fuerte acento europeo, enraizando tanto en los sonidos del sur profundo de los Estados Unidos como en el esplendor del jazz francés de entreguerras. En algunas ocasiones, los temas recuerdan a Django Reinhardt, y en otras a los inicios del cabaret o al sonido de Fairground Attraction.

En general, la combinación de los arreglos y la voz cálida de Madeleine restan buena parte del dramatismo que algunos temas tuvieron en su día, aunque sin pérdida de su carácter fundamental, como es el caso del tema que abre el disco, "Dance me to the end of love", una composición de Leonard Cohen que aparece en su disco de 1985 “Various Positions”, en la que destaca el bajo de David Piltch, y también del tema de Bob Dylan “You`re gonna make me lonesome when you go".

Lo mismo ocurre con “Careless love”, un conocido blues de W.C. Handy, y "Don`t cry baby”, que fueron popularizados por Bessie Smith en los años 30 y que cobran aquí un nuevo aire con los originales arreglos de piano y órgano, ejecutados con soltura por Larry Goldings.

Sin embargo, en “No more” y “I`ll Look Around”, dos temas que interpretara Billie Holiday, se ha respetado el tono original en todos los sentidos, lo que permite comparar peligrosamente ambas versiones, con resultados más que satisfactorios. En este tipo de piezas, Madeleine Peyroux demuestra extensamente su talento y su personalidad.


El tema principal del disco, “Don`t wait too long”, compuesto por Madeleine Peyroux y Jessie Harris -premiado por su trabajo con Norah Jones-, con letra de Larry Klein, es una bonita melodía en la que la cantante muestra su poder de expresividad. Resulta encantador el modo en que a veces introduce vibratos o silencia la voz con delicadeza en las notas altas, así como sus ocasionales giros de cantante country.

También destaca en el disco "Between the Bars", que en palabras de la propia Madeleine, “es un homenaje a Elliott Smith, a sus destacables canciones y a su trágica vida”, una triste melodía que suena moderna, sin desentonar con el conjunto, cuya letra relata el infierno del alcoholismo.

Otro de los platos fuertes de este disco es "J`ai deux amours", un estándar del cabaret que lanzó a la fama Josephine Baker, al interpretarlo para las tropas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial, convirtiéndolo en un símbolo de la alianza entre Francia y Estados Unidos, y que en la versión de Madeleine Peyroux adquiere una mayor entidad y un encanto propio de otra época.

Por último, merece atención "Weary Blues", de Hank Williams, tema ya comentado, que en esta versión renovada sigue siendo lo que fue en origen: un lamento de descendientes de esclavos, interpretado con alma y maestría.

En cuanto a los músicos que acompañan a Peyroux, merecen una mención Dean Parks, por su excelente guitarra, respetuosa con las versiones más audaces; Larry Goldings, que aporta su sabiduría y buen hacer en los teclados; David Piltch en el bajo y la trompeta del virtuoso Lee Thornburg.


lunes, 2 de abril de 2007

Pequeñas Obras Maestras (Marzo)


  • Whatever - Oasis - Single
  • Lover Man - Charlie Parker - The Complete Dial Sessions
  • The Rescue Blues - Ryan Adams - Gold
  • Sácame de aquí - Flamingos - Bunbury
  • Lucky Man - The Verve - Urban Hymns
  • In State - Kathleen Edwards - Back To Me
  • On Elvis Presley's Birthday - Elliott Murphy And The Rainy Season Band - Last Of The Rock Stars...And Me And You