lunes, 5 de febrero de 2007

Los miércoles del Mulligan


Sales de tu vivienda de alquiler, como todos los miércoles, enfilas Sáenz Díez, giras en Samuel Eiján y ya en Curros Enríquez, avanzas a toda máquina hacia San Lázaro. Una vez aterrizado en el parque, te internas por Santo Domingo, y al final, a tu derecha, bajas unas escaleras de madera. Te sitúas en la mesa que te encuentras nada más subir la pequeña palestra, y esperas… como de costumbre, es lo que tiene quedar con una dama, siempre hay un momento de espera.

Durante ese casi siempre breve instante, lo mismo de siempre – que desea tomar -, estoy esperando a una persona, luego pido. Observas el local, como el forastero, que una vez a la semana va parar siempre a la misma mesa, las mismas caras de esas noches, la pareja que se excede en los arrumacos, en el reservado de enfrente, los yuppies de la barra, intentando camelarse a la chica de detrás - aún recuerdo aquella noche, en la que un camarada de curro, me enseñaba “nunca te enamores de la chica que está detrás de la barra, enamorate de la que esté a tu lado en ese momento” -, y de repente ves asomar ya, a tu vecina de curro.

Ahora si, ya puedes llamar a la camarera, para pedirle un descafeinado de máquina y un capuccino, y de paso sacar el marlboro que tienes a medias, para las grandes ocasiones, que con mi vecina, suelen ser todas las veces que quedamos. Mientras esperas, te vas contando las novedades, que semana tras semana, no suelen ser muchas, la verdad - es lo que tiene ser currante - nos decimos. Que si la gente del departamento de diseño, son todos unas locas, que si Granifaro, sigue incumpliendo los plazos de entrega y hay que abrirle por enésima vez un informe de no conformidad, que si la semana que viene se va a Nueva York, es lo que tiene trabajar para una firma de ropa, que si tu único plan el fin de semana, es retornar a la Terra onde o pan é arte.

El cenicero, empieza a rebosar ya, y las tazas están aún medio llenas y frías, y aunque tenemos el mundo ya casi medio arreglao, el reloj nos indica que es hora de recogerse. Hoy toca ser invitado, la semana pasada fue ella la invitada. Subimos las escaleras, y en la calle, nos despedimos hasta la siguiente noche. Curros Enríquez abajo, empiezan a caer las primeras gotas, probablemente las primeras de ese abril, recién estrenado. Tú cuerpo inconscientemente, empieza a apurar el paso, en El Cantinero los camaretas empiezan hacer recuento de caja - mañana será otro día - te dices. Desciendes Eduardo Barreiros, para introducirte en un cajón que te llevé al sexto cielo.

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