Quede dicho desde el principio, que el pasado 19 de mayo, asistí probablemente a uno de los mejores conciertos que veré en vida.
A las cinco y media bajé a Oregon recoger a las Manolitas, teníamos una baja (el camarada de Territorio Comanche, era baja de última hora). A las siete y media ya divisábamos Santiago desde la AP9, esta vez el TDI iba a las manos de una desconocida, pero como en anteriores aventuras, se portó bien. Dejamos el coche en los alrededores, y gracias a las instrucciones de un oriundo, que nos mandó por un atallo, en diez minutos ya estábamos a la entrada del Multiusos.
Nos sentamos en nuestras butacas a las ocho menos diez (otro camarada del Territorio Comanche me había advertido de la puntualidad de Van, de su mal carácter y de de lo corto que se nos haría). Un… Ladies and Gentlemen’s, Mr. Van Morrison por megafonía, sonó a las ocho en punto… jodida puntualidad británica. Lo que vino a continuación fue una hora y media inmensa de jazz, blues, country (mucho country) y rock. Hacia mucho tiempo que no disfrutaba tanto, para mi fue como estar una hora y media en el puto paraíso (si es que existe) y al cuarto tema (creo) ya había cubierto mis expectativas, y si Mr. Van hubiera decidido largarse del escenario al final de ese tremendo Days Like This, me hubiera ido con una sonrisa de oreja a oreja. La banda de nueve músicos que le acompañaba sonó de autentico lujo y sonaron también entre otros, Bright Side Of the Road, Have I Told You Lately, Domino...
Pero lo mejor llegó, cuando sobre las 21:20 Van abandonó el escenario antes de acabar el último tema, para reaparecer al instante tras los primeros acordes de Brown Eyed Girl, en ese mismo instante pusó en pie a todo el Multiusos (cinco mil morrisianos según la prensa gallega). Y como hacen los grandes toreros, para rematar la faena, atacó Gloria para poner el punto y final a esa hora y media de jodida buena música a una audiencia totalmente entregada a Van. Que a título personal me pareció el mejor colofón que Van podía haberle puesto, aunque me quedo clavada la espina de no haber podido escuchar Real Real Gone.
Salimos del multiusos con la anterior citada sonrisa de oreja a oreja, esperando volver a encontrarnos con Mr. Van Morrison, no sin antes haber jodido un indicativo de prensa para el autor de Reinventario. De regreso a casa, a mitad de camino, unos bocatas de tortilla… y con la mente puesta (a ver si no hace falta una tercera vez) en los Stones.
A las cinco y media bajé a Oregon recoger a las Manolitas, teníamos una baja (el camarada de Territorio Comanche, era baja de última hora). A las siete y media ya divisábamos Santiago desde la AP9, esta vez el TDI iba a las manos de una desconocida, pero como en anteriores aventuras, se portó bien. Dejamos el coche en los alrededores, y gracias a las instrucciones de un oriundo, que nos mandó por un atallo, en diez minutos ya estábamos a la entrada del Multiusos.
Nos sentamos en nuestras butacas a las ocho menos diez (otro camarada del Territorio Comanche me había advertido de la puntualidad de Van, de su mal carácter y de de lo corto que se nos haría). Un… Ladies and Gentlemen’s, Mr. Van Morrison por megafonía, sonó a las ocho en punto… jodida puntualidad británica. Lo que vino a continuación fue una hora y media inmensa de jazz, blues, country (mucho country) y rock. Hacia mucho tiempo que no disfrutaba tanto, para mi fue como estar una hora y media en el puto paraíso (si es que existe) y al cuarto tema (creo) ya había cubierto mis expectativas, y si Mr. Van hubiera decidido largarse del escenario al final de ese tremendo Days Like This, me hubiera ido con una sonrisa de oreja a oreja. La banda de nueve músicos que le acompañaba sonó de autentico lujo y sonaron también entre otros, Bright Side Of the Road, Have I Told You Lately, Domino...
Pero lo mejor llegó, cuando sobre las 21:20 Van abandonó el escenario antes de acabar el último tema, para reaparecer al instante tras los primeros acordes de Brown Eyed Girl, en ese mismo instante pusó en pie a todo el Multiusos (cinco mil morrisianos según la prensa gallega). Y como hacen los grandes toreros, para rematar la faena, atacó Gloria para poner el punto y final a esa hora y media de jodida buena música a una audiencia totalmente entregada a Van. Que a título personal me pareció el mejor colofón que Van podía haberle puesto, aunque me quedo clavada la espina de no haber podido escuchar Real Real Gone.
Salimos del multiusos con la anterior citada sonrisa de oreja a oreja, esperando volver a encontrarnos con Mr. Van Morrison, no sin antes haber jodido un indicativo de prensa para el autor de Reinventario. De regreso a casa, a mitad de camino, unos bocatas de tortilla… y con la mente puesta (a ver si no hace falta una tercera vez) en los Stones.
Escuchando Brown Eyed Girl de Van Morrison
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